viernes, 4 de enero de 2013


Corazones Nobles… Mentes Amorosas

 “El tipo más noble de hombre tiene una mente amplia y sin prejuicios. El hombre inferior es prejuiciado y carece de una mente amplia"           

Confucio (551 a.C. - 478 a.C.), filósofo chino.

Cada ser humano en el transcurso de su vida cumple con  una maestría personal, si esta maestría tiene propósitos éticos y objetivos elevados; estará a la par luchando con los negativos hábitos  transmitidos desde la genética hasta los de libre elección, se esforzará por dejar de lado todo lo que entorpece  la nobleza y construirá una red neuronal amorosa en su cerebro.

A medida que los propósitos de la maestría se van cumpliendo y el crecimiento individual sea siempre el reto, menores serán los prejuicios, los resentimientos, el pasado convertido en el alimento cotidiano, las críticas a los demás y el victimismo sustentado por una baja autoestima.

A la vez nos alejamos del camino de la nobleza al permitir a nuestro cerebro  caer en pensamientos superficiales, en la manipulación intransigente enmascarada en  fragilidad, armando  tempestades por insignificancias y sofocando a los demás con  juicios parcializados, entorpecidos por resentimiento, prisioneros de sus emociones destructivas, de allí sus relaciones basadas en la desconfianza hacia los otros y en la insatisfacción con casi todo lo que les rodea, plagados de frustración y amargura.

La práctica de la nobleza edifica las relaciones interpersonales y en especial en el hogar, a más de constituirse en una práctica de mejor calidad de vida para todos los miembros de la familia; aportará también con generar un clima de respeto, buen ejemplo y armonía.  Los niños y jóvenes criados bajo este esquema traducen su vida en una búsqueda permanente por el servicio y la postergación del placer. Son seguros, independientes, conscientes y valoran a los demás como a ellos les gustaría ser valorados.

Las generaciones educadas en esta línea, entienden que la verdadera nobleza y grandeza del ser humano no está en función de la pequeñez de los demás.  Sino que es en el trabajo individual y cotidiano sobre uno mismo, que el ser humano logra irradiar su belleza y brillo interior, aunque muchas veces esto implique esfuerzos  como doblegarse frente a la impulsividad, sostener  la humildad, brindar ayuda desinteresada, callar, combatir las propias imprudencias, no traer el pasado con resentimiento, aceptar y apreciar a las personas por lo que son, y no por lo que uno quiere que sean.

Así que, si bien la nobleza se transmite por el ejemplo,  no se hereda por el apellido, por un escudo familiar, o un título nobiliario; no requiere de coronas o castillos, no habla de poder, vanidad o  ego. La nobleza se construye día a día y requiere solo de un corazón alegre, trabajar en una cultura de mérito, reconocer y corregir errores, trascender debilidades y bajezas de quienes no son siempre recíprocos o estén arrepentidos, no regocijarse por el daño de aquellos que nos han dañado  y sobretodo de la práctica de buenas intenciones.

Finalmente como decía el reconocido poeta Rabindranath Tagore (premio nobel de literatura 1913)… “Sé cómo el árbol de sándalo que perfuma hasta el hacha que lo corta”.

Es mejor a tiempo poner a salvo a nuestras familias con la práctica diaria de la nobleza  y elegir dar prioridad a lo realmente valioso, desarrollando en nosotros mismos y en los que más amamos,… corazones nobles y mentes amorosas. 

Ing. Karina Rueda
DIRECTORA CIENTIFICA
EMDI SCHOOL

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