EL ÉXITO EN EL MATRIMONIO
Consideras que el éxito en el matrimonio depende del amor, del dinero o
de la vida sexual?
Aun
cuando se han desarrollado estrategias muy avanzadas y de alta tecnología para
múltiples acciones humanas, todavía no existe un mecanismo cien por ciento
fiable a la hora de pronosticar el éxito o el fracaso en el matrimonio.
Sin
embargo fruto de la investigación en los últimos años entorno a la psicología
del comportamiento humano, se ha extrapolado una regla de oro; con la cual se
podría predecir este triunfo o desengaño; los mismos que no dependerían del
amor, ni de la vida sexual, ni tampoco del dinero como se creía en el siglo pasado.
El
factor esencial sería la capacidad de cada individuo de manejar los conflictos,
los desacuerdos, la práctica de negociar, maniobrar el juego de poderes, perder
y ganar. Y la clave consistiría en desarrollar habilidades, tácticas y
estrategias que nos permitan salir bien librados de cada contienda, haciendo
que el matrimonio se vea fortalecido y no debilitado. Tomando conciencia que
las discrepancias son inevitables en cualquier tipo de relación, más aún en la
de mayor significación para la vida como suele ser el matrimonio.
Los
adultos de hoy entonces deberíamos estar conscientes de esto y hacer nuestros
mayores esfuerzos por afianzar, desarrollar o incorporar estas destrezas en
nosotros mismos. Y más conscientes aún de hacerlo a tiempo con nuestros hijos,
ya que todas estas competencias se despliegan a partir de la primera infancia, de
allí la importancia de permitir a nuestros hijos desde muy pequeños solucionar
sus propios conflictos hermanales, parentales, escolares, amistosos, etc.
Cada
ocasión en la cual les impidamos a nuestros hijos actuar, tomar sus propias
decisiones y obtener consecuencias al respecto de los conflictos, por nuestra
obsesiva sobreprotección, perderán una valiosa e irrecuperable oportunidad de
aprendizaje para la vida; quedando atrapados en una dinámica que nunca dará pie
a la aceptación del otro, e intentará casi siempre que sea el compañero
quien se acomode a sus propias y generalmente egoístas expectativas; generando
ideales y perfiles a los cuales casi es imposible amoldarse ya que reproducen
solamente el consentimiento de los
caprichos infantiles desde los padres, con
la consecuente desvalorización que conlleva la frustración del adulto, al
sentirse aislado, no comprendido y sobretodo no complacido.
No
permitamos que nuestros hijos dejen de lado lo que es en realidad importante
para el fortalecimiento de cualquier vínculo, la genuina intención del corazón
de resolver los conflictos y robustecer relaciones.
Karina
Rueda
03
/12/ 2012
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