Corazones Nobles… Mentes Amorosas
“El tipo más noble de hombre tiene una mente amplia
y sin prejuicios. El hombre inferior es prejuiciado y carece de una mente
amplia"
Confucio (551 a.C. - 478 a.C.), filósofo chino.
Cada ser humano en el transcurso de su vida cumple
con una maestría personal, si esta maestría
tiene propósitos éticos y objetivos elevados; estará a la par luchando con los negativos
hábitos transmitidos desde la genética
hasta los de libre elección, se esforzará por dejar de lado todo lo que
entorpece la nobleza y construirá una
red neuronal amorosa en su cerebro.
A medida que los propósitos de la maestría se van
cumpliendo y el crecimiento individual sea siempre el reto, menores serán los
prejuicios, los resentimientos, el pasado convertido en el alimento cotidiano, las
críticas a los demás y el victimismo sustentado por una baja autoestima.
A la vez nos alejamos del camino de la nobleza al
permitir a nuestro cerebro caer en pensamientos superficiales, en la
manipulación intransigente enmascarada en
fragilidad, armando tempestades
por insignificancias y sofocando a los demás con juicios parcializados, entorpecidos por
resentimiento, prisioneros de sus emociones destructivas, de allí sus
relaciones basadas en la desconfianza hacia los otros y en la insatisfacción
con casi todo lo que les rodea, plagados de frustración y amargura.
La práctica de la nobleza edifica las relaciones
interpersonales y en especial en el hogar, a más de constituirse en una práctica
de mejor calidad de vida para todos los miembros de la familia; aportará
también con generar un clima de respeto, buen ejemplo y armonía. Los niños y jóvenes criados bajo este esquema
traducen su vida en una búsqueda permanente por el servicio y la postergación
del placer. Son seguros, independientes, conscientes y valoran a los demás como
a ellos les gustaría ser valorados.
Las generaciones educadas en esta línea, entienden que la
verdadera nobleza y grandeza del ser humano no está en función de la pequeñez
de los demás. Sino que es en el trabajo
individual y cotidiano sobre uno mismo, que el ser humano logra irradiar su belleza
y brillo interior, aunque muchas veces esto implique esfuerzos como doblegarse frente a la impulsividad,
sostener la humildad, brindar ayuda
desinteresada, callar, combatir las propias imprudencias, no traer el pasado con
resentimiento, aceptar y apreciar a las personas por lo que son, y no por lo
que uno quiere que sean.
Así que, si bien la nobleza se transmite por el ejemplo, no se hereda por el apellido, por un escudo
familiar, o un título nobiliario; no requiere de coronas o castillos, no habla
de poder, vanidad o ego. La nobleza se
construye día a día y requiere solo de un corazón alegre, trabajar en una
cultura de mérito, reconocer y corregir errores, trascender debilidades y
bajezas de quienes no son siempre recíprocos o estén arrepentidos, no
regocijarse por el daño de aquellos que nos han dañado y sobretodo de la práctica de buenas
intenciones.
Finalmente como decía el reconocido poeta Rabindranath
Tagore (premio nobel de literatura 1913)… “Sé cómo el árbol de sándalo que perfuma
hasta el hacha que lo corta”.
Es mejor a tiempo poner a salvo a nuestras
familias con la práctica diaria de la nobleza y elegir dar prioridad a lo realmente valioso,
desarrollando en nosotros mismos y en los que más amamos,… corazones nobles y
mentes amorosas.
Ing.
Karina Rueda
DIRECTORA CIENTIFICA
EMDI SCHOOL